El Valle del Cauca cumplió 111 años como departamento cuando por decreto No. 340 del 16 de abril de 1910 se aprobó la creación del nuevo departamento, conformado por el departamento de Buga y Cali que existieron hasta el 1 de abril de ese año, para formar uno solo, con el nombre del Valle del Cauca, hecho que fue el fruto de la lucha incansable del médico, periodista y filántropo bugueño Ignacio Palau Valenzuela, a través de sus escritos en el periódico el Correo del Cauca y de su gestión, que le valió la persecución por quienes se resistían a ver desmembrado este territorio del Cauca y de su capital Popayán.
Imagen superior :Walter Balcázar López, Chuchú, en la entrada de su choza, casa museo.

Retrato de Ignacio Palau Valenzuela.
Sin embargo, el Valle del Cauca como territorio geográfico y cultural tiene más de 111 años que se descubren en las historias que narran lo que fue toda una región que se describe de manera magistral en la novela “María”, obra cumbre del romanticismo hispanoamericano del escritor vallecaucano Jorge Isaacs, un hombre que en su época fue incomprendido, sufriendo el desengaño en su tierra.
Obra que se inspira en la hacienda el Paraíso, ubicada en el corregimiento de Santa Elena, municipio de El Cerrito, en donde se encuentra la única casa viva del conocimiento del Valle del Cauca en la Choza de Chuchú, Walter Balcázar López, poeta y artista de esta tierra, que él aprendió a sentir como ninguno con sus pies descalzos, que desnudó hace tres décadas, “quitándose un estorbo de cada pie”, como él afirma en uno de sus poemas, para poder reinterpretar el universo y su pueblo Santa Elena, enclavado en el corazón del paraíso vallecaucano.

El llamado de la campana.Chuchú tocando la campana.
La campana era utilizada para llamar al trabajo, a la comida y al descanso en las grandes casas de campo. Chuchú llama a iniciar el recorrido. Míticamente hay quienes asocian su toque como el medio para armonizar el ambiente y alejar las vibraciones desfavorables.

Biblioteca en la Choza de Chuchú
Ya en el interior de la Choza de Chuchú, casa museo, lo primero que nos encontramos es un hombre que transpira el amor por esta tierra cuando nos invita a posar nuestra mirada en cada uno de los espacios que ha creado y en donde se exponen varios elementos que él ha recopilado con esfuerzo a través el tiempo, como es la biblioteca,recreada con una pintura alegórica a la obra María con sus protagonistas, sacando de su repertorio datos inéditos.
Santa Elena con más años
Según afirma, habría que hacer justicia con quienes fueron los primeros fundadores de Santa Elena, esclavos del padre de Jorge Isaacs, George Henry Isaacs, judío inglés, dueño de la casa de la Sierra (lo que es la hacienda el Paraíso), quienes al quedar libres ante la pérdida de la hacienda(año de 1858), bajaron varios de ellos por el rio Amaine, liderados por Manuel Santos Cabrera, uno de los servidores de confianza de Isaacs, llegando así a la planicie en donde construyen las primeras 8 o 10 chagras, que son casas de barro.
Caserío al que le colocan el nombre de Santa Elena, en memoria de la madre del emperador Constantino, el primer emperador romano que desaprobó poseer esclavos cristianos y venderlos a no cristianos. De allí que Santa Elena pueda reunir más de los 103 años que se le reconocen.
Nos recuerda también en su relato como el primer párroco. Francisco Antonio Campo celebró la primera misa el 4 de marzo de 1906, convocando a familias como los Ortega, Reyes, García, Jaramillo, Castro, Franco, y López entre otras, quienes al tener actividades productivas que les generaban algunos ingresos, se convierten en activos colaboradores de la construcción de la capilla, apareciendo en el acta de fundación como los fundadores. De allí que se establezca formalmente esta, como la fecha fundacional de Santa Elena.

Exterior Choza de Chuchú, casa museo, en el corregimiento de Santa Elena-El Cerrito-Valle del Cauca.
Barbería, el tertuliadero con las primeras sillas de odontología
Seguimos el relato apasionado de nuestro anfitrión para ingresar a la barbería que era el tertuliadero de los pueblos, un sitio que el construyó al estilo de aquellas primeras peluquerías y hoy, salas de belleza, contándonos con mucha gracia como en estos pueblos lejanos en el tiempo, hubo las primeras sillas adaptadas para el servicio odontológico, que de pronto ante un terrible y agobiante dolor de muela y la ausencia de un profesional de los dientes, tocaba utilizarlas, eso sin, con buen alcohol, y una abundante colección de historietas de kalimán y El Santo, entre otros héroes del papel, con los que además de relajar y distraer del filo cortante de la navaja, se hacían una buenas sesiones de lectura.

Chuchú sentado en una de la sillas de la barbería que el recreó.
Neveras sin energía
Neveras que conservaban carnes y alimentos sin energía y más que amigables con el medio ambiente, eran las tinajas de barro cocido que había en aquella época y que cumplían el mejor papel de refrigeración, como lo muestra Chuchú en su choza.

Tinaja de barro.
Imágenes que traen el pasado al presente
La magia de Chuchú trae del pasado imágenes que perduran en el tiempo el recuerdo de quienes han hecho con su paso la historia de cada población vallecaucana. Contando como anécdota como el primer sastre del pueblo era un conservador que le hacía los pantalones a su abuelo que era liberal, en aquella época de fanatismos e intolerancia partidista.

Dibujo a lapicero del hijo del primer sastre Juan Alberto Vergara, de autoría de Chuchú.
A orilla del río comienza todo
La historia de Santa Elena comienza a orillas del rio con los antiguos esclavos que hacen caminitos que se va salpicando de casitas de colores, como si fueran pinturas, después viene gente del norte y entra por la parte de El Cerrito y se asientan por San Isidro; allí empiezan a hacer las catalanas que son como las primeras kermes y vienen las mingas en donde se reúnen todos los que estaban por allí regados, poniéndose de acuerdo para hacer una comida comunitaria y empezar a construir cada casa, según relata Chuchú.

Rio Amaime.
Un lugar para la oración
Era usual que las grandes haciendas de esta época, siglo XIX tuvieran un lugar para la oración o capilla. Chuchú rehace en su choza un lugar como los que había y se encuentra en la hacienda El Paraíso.

Oratorio.
El patio de la casa
El patio de la casa era el lugar para refrescarse y también reunirse a conversar, contar historias, sacar algún instrumento de cuerda para entonar canciones y al lado del jardín contemplar las flores y hasta extraer algo de agua del aljibe que había.

Patio en la Choza de Chuchú.
El agua rodeaba las casas
Era usual que antes de ingresar a las casas de las haciendas, estas estuvieran rodeadas por canales de agua que impedían el paso de insectos y otros animales, garantizando además la frescura en sus interiores, de allí que hubiera pequeños puentes para su ingreso.

Puente en la Choza de Chuchú.
Los retratos familiares en las casas
Los retratos familiares en la sala de la casa es una tradición que tiende a desaparecer y que Chuchú ha intentado recuperar.

Retrato familiar
Los japoneses y el Valle del Cauca
En las primeras décadas del siglo XX llegó a Colombia una migración de japoneses, historia que cuenta Chuchú al recordar su participación en la película de Carlos Palau “El Sueño del Paraíso”, que trata de la inmigración de los japoneses al Valle del Cauca, que tuvo gran parte de su motivación en la novela “María” que llega a las manos del entonces estudiante de literatura Yuko Takeshima, que empieza a traducirla con la ayuda de Isabel Sarmiento, hija de un hacendado, que conoce y que trabajaba en la embajada colombiana en el Japón, comenzando una historia de amor que lo conduce a viajar a Colombia en 1929 a buscar el Paraíso, trayendo tras de sí a otros japoneses que con su conocimiento, maquinaria y técnica, fueron fundamentales para el desarrollo agroindustrial del Valle del Cauca.

Vestuario que Chuchú conserva de la película “El Sueño del Paraíso
La señora que casi muere de susto
Caminando entre antigüedades que evocan el pasado inmediato de una región, son muchas las historias y anécdotas que nuestro anfitrión nos cuenta para las que faltaría tiempo y espacio dentro de este reportaje, entre ellas está la de una señora que en uno de las visitas de grupos que el recibe en su casa museo, lo miraba insistentemente, a tal punto de dirigirse a él para hacerle una revelación. De acuerdo a la mujer, Chuchú, había sido casi responsable de que perdiera su vida, cuando hacía algún tiempo en Palmira por la sede del antiguo Telecom, caminando por la misma cera por donde iba se encontró frente a frente con un hombre descalzo, de cabello largo, pantalón roto, morral de cabuya camisa roja y allí ante el tremendo susto de imaginarse su inminente asalto no lo pensó dos veces para lanzarse a la mitad de la calle, en donde afortunadamente su ángel de la guarde estaba bien despierto y los reflejos y frenos del conductor respondieron a tiempo.

Un caballero fantasma del medioevo con su armadura,fue lo que nos pareció encontrarnos frente a frente en la Choza de Chuchú.Una donación de una antigüedad hecha por una dama.
Al final del relato se vino un fuerte abrazo que ella le dio a Chuchú quien por demás afirma haber sido con la pandemia uno de los más damnificados, pues según cuenta antes de la emergencia sanitaria recibía por lo menos 40 o 50 abrazos al día, eso sí con el beneplácito de su mujer, puntualiza riendo.
¿Por qué Chuchú?
No podía faltar la pregunta del por qué el nombre de “Chuchú”, inquietud a la que responde con su buen sentido del humor y rostro sonriente, afirmando que fue afortunado al encontrarse en su etapa escolar en medio de careplacenta, caretarro, aborto de mico, moco seco, trompa de Chucha ,tripa amarga y según dice lo del apodo comenzó por una cajita de colores.

Un espacio para recordar la historia de la fotografía y el cine en la Choza de Chuchú.
¿Cómo empezó su Choza ?
Continuando el relato, refiere como en el año 1991 cuando vivía en Bogotá regresó por aquel entonces a su tierra y empezó a mirar con mucha preocupación que su pueblo estaba desapareciendo con sus costumbres, mitos, leyendas, tradiciones y hasta con su propia arquitectura, pues la gente, usando sus palabras, “había empezado a tumbar aquella “coquetería” de puertas y ventanas con balcones que miraban todos a la plaza cambiándolos por cortinas de hierro” y por esa misma época empezó a recoger puertas, ventanas e historias y hace 26 años cuando nació su hijo Nicolás, tuvo la necesidad de tener su propio techo y fue así que con cuatro guaduas y barro, empieza a construir, muy convencido que tenía un compromiso con su Santa Elena, como era recuperar su memoria, su historia y herencia cultural.

A todas partes descalzo
En él momento que Chuchú descubre que tiene mil sensaciones y cosquillas en los pies, se da cuenta que él tiene derecho a sentir con ellos y que por el contrario, “sus zapatos son el estorbo que ha puesto a cada pie”, de allí su decisión de ir a toda parte descalzo y aquí viene, de acuerdo a sus palabras, “el tema que la gente despierte consciencia que cada persona no vale por la marca de sus zapatos, camisa o pantalón, sino por lo que lo que tiene en su cabeza”, y según afirma, “es el pensamiento de cada uno el que se tiene que superar, más que la marca de unos zapatos o camisa”, concluye.

Entrevista y fotos:Marco Antonio Reyes.








